Photo: Corporación de Servicios Médicos (CSM)
Por Amy K. Liebman, MPA, MA
Cansado. Triste. Fuerte. Son éstas algunas palabras que se me ocurrieron al ver a mi amigo y colega, el Dr. José Rodríguez, mientras me daba la bienvenida a Puerto Rico. Llevo más de una década trabajando con el Dr. Rodríguez, director médico del centro de salud comunitario, Hospital General Castañer, que se encuentra enclavado en las montañas del interior de Puerto Rico. Ahora, nuestro trabajo continúa. Es mi primer viaje desde el Huracán María, un huracán de categoría cinco que hace seis meses devastó la isla, dejando a millones sin electricidad, imposibilitando las comunicaciones, destruyendo sistemas de agua potable y arrancando los techos de miles de casas. El Dr. Rodríguez invitó a Migrant Clinicians Network (MCN por su sigla en inglés) a trabajar con los centros de salud y otros grupos de la isla para facilitar un evento de educación continua que titulamos “Aprendiendo del pasado y mirando hacia el futuro—Desastres naturales y nuestros pacientes”. También continuamos con nuestra alianza con su centro de salud para entrenar a los trabajadores sobre seguridad y salud durante la limpieza y reconstrucción de la isla. En total, viajamos más de 300 millas y trabajamos con casi 100 clínicos de 17 centros de salud en varios sitios remotos de la isla. Alma Galván, MHC, colega de MCN, el Dr. Rodríguez y la Dra. Lorena Torres, sicóloga clínica, junto con la Asociación de Salud Primaria de Puerto Rico, facilitaron los talleres en donde examinamos la vulnerabilidad, la salud ambiental y ocupacional, el manejo de las enfermedades crónicas y el estrés traumático.
Como muchos de los entrenamientos que he ayudado a facilitar a través de mi carrera, terminé aprendiendo muchísimo más de lo que jamás pude brindar. Los talleres sobre el desastre reunieron a proveedores de salud de primera línea de toda la isla. Para muchos de ellos, fue su primera vez en un ambiente seguro, de entrenamiento estructurado, en donde se les pidió compartir con sus colegas sus experiencias buscando a pacientes, dando servicios a quien los necesitaban y reflexionando sobre las mejores prácticas después del huracán. Muchas de las comunidades más vulnerables estuvieron completamente aisladas y los proveedores compartieron su determinación y creatividad para “llevar el centro de salud a la comunidad”. La Corporación de Servicios Médicos (CSM por su sigla en español), un centro comunitario de salud en Hatillo, patrocinó nuestro primer taller. El director ejecutivo Armando Legarreta Raíces inauguró el taller, recordándonos a todos la función de los centros de salud de “servir como puente hacia la comunidad”. Tal como señaló la Dra. Figueroa, directora médica de CSM, “Conocíamos a nuestra comunidad antes de la tormenta”, y eso fue lo que hizo posible que los encontráramos y los cuidáramos después de la tormenta.”
A medida que las semanas se convirtieron en meses, el lento y duro proceso de recuperación sigue haciendo estragos. Hay una tristeza, una desdicha, "como triste" dicen los boricuas. Las necesidades de salud mental post-María se esperaban y fueron abrumadoras. Según lo confirmado una y otra vez por los clínicos con quienes trabajamos, la salud mental sigue siendo una preocupación importante de salud pública. Vea la discusión con clínicos de Castañer (clinicians from Castañer) que presentó NPR (National Public Radio) recientemente.
Mientras Alma y yo viajábamos por la isla hacia nuestros talleres en Castañer y Ponce, la convergencia catastrófica, agravando y amplificando los problemas ya existentes, se hizo peligrosamente clara. La infraestructura de la isla, con un mantenimiento muy pobre resultado principalmente de una política económica de austeridad fiscal, simplemente no puede recuperarse del golpe de María así rápidamente. Y tantas familias, ya pobres de por sí, enfrentan aún más penurias. Las casas continúan sin agua entubada y electricidad. El sonido de los generadores, para los afortunados que los tienen, impregna los sonidos del campo, compitiendo con el croar de la famosa rana coquí de la isla. Las lonas azules son parte del paisaje, indicando las casas con techos dañados. Los baches abundan en los caminos. Las fincas de naranjas, plátanos y café están destrozadas y con árboles sin hojas. La fragilidad de la infraestructura de la isla fue tan evidente que hasta nos tocó experimentar un apagón total en la isla. La causa: una retroexcavadora había dañado un cable. Sí, solo un cable de luz y la isla se quedó en completa obscuridad. El taller que realizamos el día del apagón retrasó nuestra llegada a Ponce, una pequeña ciudad en la parte sur de la isla. Y cuando Alma y yo manejábamos por el centro de la ciudad, éste estaba completamente oscuro. Unas pocas luces parpadeaban en las casas y no había en la calle ni una luz que nos guiara. Con muy poca confianza en que la compañía de energía eléctrica restaurara la electricidad en las 36 horas prometidas, las comunidades se prepararon para un periodo largo, vaciando los estantes de los almacenes y haciendo largas filas para comprar gasolina para los generadores. Las personas de la comunidad llegaban a las clínicas que tenían generadores, enchufando respiradores y teléfonos celulares para cargarlos. Para empeorar las cosas, la falta de electricidad en toda la isla pasó al mismo tiempo que lluvias torrenciales azotaban partes de la isla. Tal como dijo una enfermera de un centro comunitario de salud: "el apagón nos trajo todo de vuelta. Se sintió como un trastorno por estrés postraumático masivo”.
Sin embargo, la magnitud del daño ha afectado a los clínicos también, que se encargan no sólo de cuidar de sí mismos y sus familias, sino de toda la comunidad. Nuestros aliados, los centros de salud de Puerto Rico ya se hacían cargo de los más vulnerables de la isla. Después de la tormenta fueron dichos centros de salud comunitarios, estas instituciones autónomas regidas por la comunidad y apoyadas en parte por el gobierno federal, los que surgieron como verdaderos líderes de la respuesta. Se aseguraron de que sus pacientes fueran contabilizados. Supieron quiénes necesitaban ayuda con sus máquinas de respiración, quiénes necesitaban medicinas y quiénes vivían solos. Llegaron hasta las casas más remotas, en algunos casos cruzando arroyos para llegar hasta sus pacientes. Cuando la ayuda externa tardaba en llegar, los centros de salud ya estaban allí. Sirvieron como "comando central", incluso ofreciendo algunos servicios bancarios limitados, ya que otros servicios básicos fueron penosamente lentos en re-establecerse.
Alma y yo observamos no sólo la fortaleza y la resiliencia mostradas por los primeros respondientes, sino también el estrés traumático que nuestros médicos asociados sufrieron y continúan experimentando. Mientras cuidan de los más vulnerables, ellos también sufren. Muchos proveedores de servicios de salud, desde los trabajadores comunitarios hasta los médicos, estuvieron viviendo sin luz durante meses. Varios clínicos nos dijeron que perdieron sus hogares, que lo perdieron todo. Un médico cuya casa se destruyó completamente indicó, sin embargo, que "mientras el resto del mundo nos mira como pobres puertorriqueños, yo veo fortaleza. No somos pobres. ¡Somos un Puerto Rico fuerte! ".
El Dr. Rodríguez escribió sobre su experiencia mientras se daba la alarmantemente débil respuesta de las agencias gubernamentales: "Estoy orgulloso de cómo mis colegas y los residentes se han unido y en gran medida se han organizado para poner manos a la obra. Y estoy consternado por la escasa respuesta de las autoridades municipales, estatales o FEMA. Nueve semanas después del huracán, nuestra ciudad aún no tiene electricidad, agua, Internet o servicio telefónico. Aun así, el hospital sigue operando todos los días, durante todo el día, y estamos recuperándonos lentamente y casi por completo por nuestra cuenta. Si llega la ayuda, la recibiremos, pero sabemos que no podemos esperar. La comunidad está orgullosa de su hospital, y es por eso que seguimos trabajando”.
En nuestro rol de facilitadoras desde el “área continental” de EE.UU., Alma y yo claramente comprendimos y reconocimos que María fue su experiencia. Nuestros colegas ponentes, que vivieron María, presentaron contenido importante a considerar sobre el manejo de enfermedades crónicas y el estrés postraumático basado en prácticas efectivas y lecciones aprendidas de la tormenta. Lo que ofrecimos y que los participantes acogieron muy bien fue el esquema que Alma desarrolló para aprender de lo que sucedió, descubrir las lecciones, y empezar a planear para el futuro. Y tal planificación es necesaria, aunque la isla está todavía en una profunda fase de recuperación y reconstrucción. Tal como el Dr. Rodríguez y varios clínicos expresaron, todos los centros tienen planes, simplemente no funcionaron cuando todos los sistemas de comunicación están destruidos. A medida que los esfuerzos de planificación re-emergen con la temporada de huracanes, que está ya a la vuelta de la esquina, la pregunta sigue siendo: ¿cómo se preparan los médicos que están al frente? Lo que realmente está claro es que se necesita más apoyo y asistencia. Necesitamos construir sobre las lecciones aprendidas y aprender de resiliencia mostrada en esta isla que es increíblemente vulnerable y fuerte a la vez. Los centros de salud comunitarios son verdaderos líderes. En MCN estamos orgullosos y honrados de poder continuar este importante proceso y unir esfuerzos para apoyar a nuestros socios en Puerto Rico conforme avanzamos hacia la preparación para la próxima temporada de huracanes.
Traducción: Louise Detwiler, Ph.D. Carolina Brown, Ph.D.
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